juventud

La Fuente de la Juventud

Traducción del extracto del Capítulo 4 del libro “Tú eres el Placebo”, de Joe Dispenza, que se publicará a finales de abril de 2014 en su edición en inglés. (ver artículo original en inglés, en la web de Joe Dispenza)
 

EL EFECTO PLACEBO EN EL CUERPO

En un día fresco de septiembre de 1981, un grupo de ocho hombres de 70 y 80 años se subió a un par de furgonetas al norte de Boston con dirección a un monasterio en Peterborough, New Hampshire.  Los hombres estaban a punto de participar en un retiro de cinco días en los que se les pidió suponer,  imaginar que eran jóvenes otra vez – o por lo menos 22 años más jóvenes de lo que eran en ese momento.

El retiro fue organizado por un equipo de investigadores, dirigido por el psicólogo de Harvard, Ellen Langer, quien llevaría también a  otro grupo de ocho hombres de edad avanzada al mismo lugar la semana siguiente. A estos  hombres del segundo grupo, el grupo de control,  se les pidió que recordasen activamente  cuando eran 22 años más jóvenes, pero sin pretender  que ésa era su edad actual, como en el primer grupo.

Cuando el primer grupo llegó al monasterio, los hombres se encontraron rodeados por toda clase de señales ambientales para ayudarles a recrear una edad más temprana. Se les mostraron noticias del Life y el Saturday Evening Post, vieron películas y programas famosos de la televisión de 1959  y escucharon las grabaciones de Perry Como y Nat King Cole en la radio. También hablaron de los acontecimientos «actuales», como el ascenso de Fidel Castro al poder en Cuba , la visita del primer ministro ruso Nikita Khrushchev a los Estados Unidos , e incluso las hazañas de la estrella del béisbol Mickey Mantle y del gran boxeador Floyd Patterson. Todos estos elementos fueron hábilmente diseñados para ayudar a los hombres a imaginar que en realidad eran 22 años más jóvenes de nuevo.

Tras cada retiro de cinco días, los investigadores tomaron varias medidas y los compararon con aquellas que habían tomado antes del inicio del estudio. Los cuerpos de los hombres de ambos grupos eran fisiológicamente más jóvenes, tanto estructural como funcionalmente, aunque los del primer grupo de estudio (los que imaginaron que eran más jóvenes) mejoraron  significativamente más que el grupo de control, aquellos que sólo recordaban.

Los investigadores descubrieron mejoras en la altura, el peso, y la manera de andar. Los hombres crecieron ya que su postura se enderezó, sus articulaciones se hicieron más flexibles y sus dedos se alargaron porque su artritis disminuyó. La vista y el oído mejoraron. Su fuerza de agarre mejoró también. Su memoria se afinó, y se obtuvieron mejores resultados en las pruebas de cognición mental (el primer grupo mejoró su puntuación en un 63 por ciento en comparación con el 44 por ciento del grupo de control). Los hombres, literalmente, se convirtieron en más jóvenes durante esos cinco días, delante de los ojos de los investigadores. Langer informó: » Al final del estudio  yo estaba jugando al fútbol, ligeramente, pero  fútbol al fin y al cabo, con estos hombres, algunos de los cuales renunciaron a sus bastones».

¿Cómo sucedió esto? Es evidente que los hombres eran capaces de activar los circuitos en el cerebro que les recordaban quiénes habían sido hace 22 años, y luego su química del cuerpo de alguna manera mágica respondió. No se limitaron a sentirse más jóvenes;  físicamente se convirtieron en más jóvenes, como se demostró medida tras medida.  El cambio no ocurrió  sólo en sus mentes; ocurrió en sus cuerpos.

Pero ¿qué sucedió en sus cuerpos para producir tales transformaciones físicas tan sorprendentes? ¿Qué pudo ser responsable de todos estos cambios medibles en la estructura física y la función? La respuesta es  sus genes, que no son tan inmutables como podríamos  pensar. Así que tomémonos  algún tiempo para ver lo que son exactamente los genes y cómo funcionan.

Desmitificando el ADN

Imagine una escalera o una cremallera torcida en espiral  y tendrá una idea bastante buena de cómo es el ácido desoxirribonucleico (más conocido como ADN). Almacenado en el núcleo de cada célula viva de nuestro cuerpo, el ADN contiene la información en bruto , o las instrucciones, que nos hacen ser quienes somos y lo qué somos (aunque, como pronto veremos , esas instrucciones no son un modelo inmutable que nuestras células deben seguir para toda la vida) . Cada mitad de esa cremallera de ADN contiene ácidos nucleicos correspondientes que, juntos, son llamados pares de base, que suman cerca de tres mil millones por célula. Grupos de largas secuencias de estos ácidos nucleicos es lo que llamamos genes.

Los genes son estructuras pequeñas únicas. Si usted cogiera el ADN del núcleo de una sola célula de su cuerpo y la extendiera hacia fuera desde un extremo a otro, mediría más de 1,80m  de largo. Si coge todo el ADN de su cuerpo entero y lo extiende, de extremo a extremo, podría ir al sol y volver 150 veces. Pero si se coge todo el ADN de los casi siete mil millones de personas en el planeta y se comprime, podría encajar en un espacio tan pequeño como un grano de arroz.

Nuestro ADN utiliza las instrucciones impresas en sus secuencias individuales para producir proteínas. La palabra proteína se deriva del griego Protas, que significa «de primera importancia».  Las proteínas son la materia prima que nuestros cuerpos utilizan para construir no sólo las estructuras tridimensionales coherentes (nuestra anatomía física), sino también las funciones intrincadas y complejas interacciones que hacen nuestra fisiología. Nuestros cuerpos son, de hecho, máquinas productoras de proteínas. Las células musculares fabrican actina y miosina; las células de la piel producen el colágeno y la elastina ; las células inmunes producen anticuerpos ; las células de la tiroides producen tiroxina ; ciertas células del ojo producen   queratina ; Las células de la médula ósea producen hemoglobina ; y las células pancreáticas crean enzimas como la proteasa, lipasa, y amilasa.

Todos los elementos que fabrican estas células son proteínas. Las proteínas controlan nuestro sistema inmunológico, digieren nuestra comida, sanan nuestras heridas, catalizan las reacciones químicas, ayudan a la integridad estructural de nuestros cuerpos, proporcionan moléculas elegantes para comunicarse entre las células  y mucho más. En resumen, las proteínas son la expresión de la vida (y la salud de nuestros cuerpos).